Abstract: | Poco le sorprenderá al lector encontrar un estudio sobre El carnero de Juan Rodríguez Freyle en el número especial de Iberoromania que explora la “ficción” de la historiografía y la “verdad” de la épica: se trata, quizá, de la obra de la historiografía indiana en la cual la crítica haya prestado más atención a la cuestión de la ficcionalidad y de la verdad histórica y, por tanto, a la del género del texto, o sea, la interferencia entre historiografía y literatura. Aunque tres décadas después de que Hayden White publicara su Metahistory la ficcionalidad de la historiografía se ha convertido en un lugar común, sigue siendo un tema clave: está en juego una genealogía de la literatura latinoamericana y el rango de El carnero como hito en su evolución. Según Flor María Rodríguez-Arenas, “los textos y fragmentos de escritos que se alejan de la Crónica oficial son descontextualizados en la actualidad, para tratar de suplir con ellos la casi ausencia de narrativa de ficción del período colonial, convirtiéndolos en textos autónomos y dándoles una calidad ficticia y fantástica que originariamente no poseyeron”. Tal perspectiva teleológica implica centrar el enfoque en las técnicas y partes literarias de la obra de Rodríguez Freyle. Antologías de El carnero, como la de Héctor H. Orjuela con el título Ficciones de ‘El Carnero’, ilustran emblemáticamente este acercamiento reduccionista. Siquiera David William Foster, quien postula “readings for the text that enable the integration of disparate elements”, sugiere que los “flat registries of vital statistics” (a saber, catálogos de conquistadores, gobernadores, oidores, visitadores, etcétera), que son una parte sustancial de El carnero, sirven meramente para dar relieve a pasajes más interesantes. Un acercamiento alternativo a la obra de Rodríguez Freyle es historizar el texto en conjunto, reconstruyendo su pragmática y situándolo en una red de significaciones culturales. Si bien no cabe duda de que la historiografía y la ficción confluyen en El carnero, este texto fue generado, como tantas otras “crónicas” de la temprana edad moderna, por una matriz más comprehensiva: la burocracia colonial. En una intervención táctica, Rodríguez Freyle procuró alimentar el aparato burocrático con un auténtico archivo que el mismo había inventado. |